BIENVENIDO A MI COLECCIÓN
APASIONADO POR EL BRANDY
sobre nosotros
coleccionando botellas de brandy desde 1980
Evidentemente todo tiene un inicio, y a veces de la forma menos inesperada como fue mi caso por la pasión por las botellas de brandy y coñac, principalmente españolas.
En mi caso fue en el año 1980, estando de viaje un amigo me regalo una botella de COÑAC PEINADO, en esa época ya no podían utilizar las destilerías españolas la denominación «COÑAC», pero creo que PEINADO fue una de las ultimas que lo utilizo.
Coñac Peinado Solera 1872
Al poco tiempo tomando un café en un bar del extrarradio de Barcelona, vi que en las estanterías había varias botellas de marcas que nunca había visto y me atreví a pedirles si las querían venderlas, recuerdo la cara de asombro del propietario del bar, me dijo, hombre si son muy viejas y tienen mas nicotina en la etiqueta que una caja de habanos, al final me las vendieron a un buen precio, pues para ellos les hacia un favor al llevar muchos años en la estantería.
Realmente tuve muchas anécdotas de ese tipo, como la de una tarde en Conil de la Frontera tomando en una tasca una manzanilla, le pedí al propietario un Sr. de mas de 80 años si me vendería alguna botella de las que tenía en la estantería, su primera reacción fue NO las vendo forman parte del local, al cabo de 2 botellas juntos de manzanilla, de momento se ausento por mas de 20 minutos y regreso con un gran capazo lleno de botellas cada cual de marcas más desconocidas, bueno al final después de tres viajes a su sótano fueron mas de 40 botellas las que le compre por decirlo de alguna manera, ya que el precio realmente era simbólico a unas 10 o 15 pesetas.
En una ocasión en Hospitalet de Llobregat, en un bar que hacían unos bocadillos de categoría, quise comprar una botella de Brandy “Don Juan”, no la conocía, pues esa destilería se conocía por el pipermín MENTA más que por el Brandy, me encapriché de la de brandy que tenían en la estantería y le pedí si me la vendían, su respuesta fue no tienes dinero para pagar esta botella, le ofrecí 2.000, 5.000 y al final 10.000 pesetas equivalente a 60€ de hoy, una buena cantidad para los años 80. Bien al final no me la vendieron, al cabo de unos días tuve la suerte en Pamplona de poderla comprar por 125 pesetas.
Anécdotas así hubo muchas, también quiero aprovechar para dar las gracias a unos cuantos buenos clientes y amigos que sabiendo de mi pasión por el coleccionismo de botellas de brandy aportaron en muchos casos botellas que habían heredado de sus padres o abuelos, aprovecho para darles las gracias a todos ellos.
Historia del brandy-coñac
El origen de la palabra «brandy» viene de la palabra holandesa brandewijn (vino quemado) en barril. Su elaboración se remonta al siglo XV, cuando los holandeses, con el fin de poder conservar los vinos de Charente (Francia) para mejorarlos ya que no tenían calidad suficiente para consumirlos como vino de mesa y principalmente para que no se estropease en el transporte.
En España fue D. Pedro Domecq Loustau, noble y empresario francés casado con una jerezana, quién en 1874 creó la marca Fundador Coñac, que denominó así por su gran similitud con el coñac francés.
Algunos datos de interés:
Los brandys se dividen en 3 categorías:
- Crianza (6 meses en barrica)
- Solera (12 meses en barrica)
- Gran Reserva (36 meses en barrica).
Para la elaboración de un litro de Brandy son necesarios entre 3 y 5 litros de vino.
Barril o tonel: son de roble americano o francés y deben de estar envinados; es decir, previamente deben haber contenido, olorosos, jerez, Pedro Ximénez, etc. y eso hace que después los brandys aporten diferentes matices tanto en boca como en nariz. El barril suele tener una capacidad de 225 litros.
El barril de roble francés aporta al brandy sutilidad y elegancia, con tonos de vainilla, canela, clavo y pimienta, mientras en boca da un perfil más seco y suntuoso.
El barril de roble americano aporta una gran cantidad de taninos, así como color más intenso y aromas a coco tostado y especias, café y tabaco.
Cuando hablamos de un brandy de 100 años no queremos decir que en realidad tenga 100 años, sino que la solera tiene holandas desde hace más de un siglo.
Tipos de uva: En España, por su gran diversidad de climas y microclimas, se pueden utilizar más de 23 variedades de uva, según la región: Aíren, Manchega, Valdepeñas, Chardonnay, Garnacha blanca, Godello, Macabeo, Malvasia, Meseguera, Moscatel, Palomino, Parellada, Pardina, Pardillo, Pedro Ximénez, Torrontes, Xarello, Zalema, entre otras.
En España se estuvo utilizando la palabra coñac hasta finales de los años 60 del pasado siglo, pero los productores franceses de la región de Cognac reivindicaban su uso exclusivo. Esta reivindicación venía de largo por parte de los franceses, hasta que en 1950 el Consejo Regulador de Jerez decidió buscar otro nombre. Se creó un comité para tal fin, que convocó un concurso popular dotado con un premio de 10.000 pesetas. Se recibieron más de 30.000 propuestas, y el jurado preseleccionó 533. Entre los participantes, destacan nombres tan ilustres como José Maria Peman, Manuel de la Quintana, Antonio Muñoz, Manuel de Barbadillo, Ramón Garcia entre otros. Finalmente se votó por el vocablo «jeriñac», que había sido propuesto por seis participantes que se repartieron las 10.000 pesetas del premio.
Este vocablo tenía un problema de cara a la exportación, pues la letra Ñ no se utiliza en otros idiomas. Por ello se recomendó cambiarlo por «Jerinac», pero la nueva palabra fue recibida con no poco “cachondeo”; surgieron muchos juegos de palabras alrededor de la misma. Por ejemplo, se cuenta que cuando los clientes pedían un «JERINAC», los camareros respondían «al fondo, a la izquierda».
Se dice que, la bodega Peinado fundada en 1820 en Tomelloso (Ciudad Real), llegó a un acuerdo con los productores franceses, pues la filoxera exterminó los viñedos en Francia y se desplazaron a la zona de La Mancha, donde trajeron sus métodos de destilar. Creo que la bodega PEINADO fue la última en utilizar el vocablo «coñac» en sus botellas.
Algunas destilerías añadían una frase para hacer la bebida más «rimbombante»: es el caso de las desaparecidas Destilerías Baidal (Benissa, Alicante), que indicaban «Coñac Peñón de Ifach» al estilo Fine Champagne. Conservo algunas de esas botellas en mi colección. ¿Qué querían decir? Supongo que pretendían darle más relevancia al prestigio de dos bebidas tan diferentes como el cognac y el champagne.
Coñac Ifach
Estilo Fine Champagne
Producido en Benissa por destilerías V. Baidal en los años 50. Esta destilería cerró en los años 60.
Sobre cómo tomarlo:
En el pasado fue uno de los destilados de mayor consumo. La aristocracia y clases pudientes lo tomaban en los momentos de relax después de las comidas, acompañado de un buen habano, o en las tertulias con los amigos o cerrando un buen trato, y por supuesto saboreado en una buena copa de balón de fino cristal atemperado con las manos o a temperatura ambiente. El brandy también combina como acompañamiento de las carnes de caza y es conocido por todos que es muy utilizado en la cocina.
El pueblo llano lo tomaba de marcas más populares y más bien sólo o con café (carajillo). Este se preparaba de varias maneras: solo con el café o quemado con un trocito de limón y algunos granos de café e incluso una corteza de canela. Evidentemente, también en el café después de las comidas o cenas. Asimismo, existía la costumbre de tomarlo por la mañana a primera hora, sobre todo en invierno.
Ya en tiempos más modernos se realizaron campañas publicitarias con el fin de promocionar el consumo del brandy en combinados con hielo o con cola, naranjada, limonada o soda.
En estos últimos 50 años, el consumo de las marcas más populares ha disminuido progresivamente en las ventas nacionales, sin embargo, en estos últimos años y muy en particular durante la pandemia COVID19 se ha apreciado cierto repunte en el consumo de brandy premium, reservas o grandes reservas, se han posicionado e incrementado fuertemente sus ventas. También los nuevos mercados como Rusia, China y los países nórdicos han aumentado fuertemente su demanda de brandy premium. Como ejemplo, la exportación a Alemania creció en 2017 un 10% respecto al año anterior. Las marcas premium lo elaboran en diferentes tonalidades más claras como Lepanto, o más oscuras, como Luis Felipe, Cardenal, Mendoza o Constitución.
Entre otras, las principales marcas premium son:
PEINADO 100, LUIS FELIPE, DUQUE DE VERAGUA, CARDENAL MENDOZA, ALVEAR GRAN RESERVA, GRAN DUQUE DE ALBA ORO, JAIME I 30 años de TORRES, MASCARÓ, CONSTITUCIÓN CADENA DE PLATA, LEPANTO SOLERA GRAN RESERVA, CARLOS I IMPERIAL XO, SUAU 50, FERNANDO DE CASTILLA GRAN SOLERA, PUNTO AZUL, MIGUEL ABAD, LARIOS 1866, y SEGARRA, bodega fundada en 1920 de Xert (Castellón). De este último, según cuentan, existe una producción muy limitada con sus 4 tipos de brandy: añejo, superior, extra y especial. Entre sus consumidores habituales encontramos al presidente Bush padre, el emperador de Japón, o cantantes como Julio Iglesias, entre otros. Comenta su propietario, Julián Segarra, que sólo produce anualmente 30 botellas del solera y 40 de añejo, y es sorprendente ver en Internet que se ofrecen botellas desde 3.000 € hasta 30.000 €. Yo tengo 5, si alguien le interesa, evidentemente escucharé con mucha atención las ofertas.
El Brandy más caro de la mítica bodega catalana Torres, con una tirada única y exclusiva de 999 botellas de su marca PREMIUM “MAMUT”, es muy difícil de encontrar y evidentemente sólo está al alcance de bolsillos pudientes, pues su precio de venta estaba en julio de 2022 a 1.368,42 €.
Por supuesto se pueden encontrar en internet botellas muchísimo más caras, como decía antes, de la marca Segarra u otras que por su escasez y antigüedad se ofrecen en foros de coleccionistas o subastas a precios muchísimo más elevados.
La publicidad del brandy
Las principales destilerías jerezanas en las épocas de mediados y final del siglo XX patrocinaron muchos eventos y emitieron spots publicitarios en TV, radio y prensa con contenidos que hoy son totalmente inimaginables.
Algunas de las anécdotas que he recopilado a lo largo de tantos años de colección:
Sobre los años ochenta y tantos hice un viaje de trabajo por Extremadura. Durante una comida, un cliente nos comentó a J. L. Fontan y a mí que en un local de Mérida que calificó de “garito”, en una ocasión había visto unas cuantas botellas de brandy que no conocía y que le parecieron especiales. Un par de días después, casi de noche, nos encaminamos a visitar el «garito» (el cliente tenía razón): era un local pintado con colores fuertes y una barra larga a la entrada a la derecha. Como clientes, un par de individuos de mala pinta que eran entretenidos por tres «señoritas». Detrás, en la parte interior, estaba el responsable del local, un señor de mediana edad con un grave problema de movilidad que utilizaba como ayuda un par de muletas de madera, de las antiguas, con almohada sobaquera (al estilo del famoso «Cojo manteca», famoso por su agresividad). En un determinado momento, estábamos discutiendo el precio de un par de botellas y escuchamos unos gritos fuertes de las chicas. Sin pensarlo dos veces y con una velocidad impresionante, el cojo les propinó un par de golpes con la muleta dejándolos KO. Evidentemente, ante el grave matiz que tomaba la situación, salimos por piernas para no vernos inmersos en una grave pelea cuando se recuperasen los individuos, y de esa forma se truncó la compra de dos excepcionales botellas.
Evidentemente, a lo largo de tantos años coleccionando botellas de brandy fui testigo de lo que luego se convertiría en muchas anécdotas: una vez me paró la Guardia Civil y me pidió abrir el maletero. Al ver que llevaba unas cuantas botellas de brandy, me pidieron la factura para justificar que no las había obtenido del robo de algún bar o bodega. No pude hacerlo porque las había pagado en metálico en la barra de un bar como si se tratase de una consumición. Recuerdo perfectamente que uno de los guardias me insistía, incrédulo de que las coleccionase, y me decía «Se colecciona botellas de brandy que después no cata». Al final todo quedó en un pequeño susto, ¡pero la verdad es que el tricornio impresionaba!
De vuelta de un viaje de Bali con los socios de Almagrupo, hicimos escala en el aeropuerto de Dubái, donde compré distintas botellas de brandy de varios países. Ya en España, para poder pasar el control en el aeropuerto Adolfo Suárez en Madrid, tuve que repartirlas entre varios colegas para poderlas meter en el país, ya que si las hubiese llevado yo todas hubiese tenido que declarar la importación y pagar las tasas correspondientes.
Recuerdo que también tuve alguna que otra mala experiencia con la compra por internet. Por ejemplo, una vez que compré una botella de Francisco I, la recibí medio vacía y me sorprendió ver que como tapón tenía uno de garrafa, al que le habían puesto un brida con un trozo de espuma para que no se saliese. Es verdad que, en general, las compras que he hecho en Todocolección.com o milanuncios.com salieron muy bien.
En una ocasión (a mediados de los años ochenta), andaba yo de viaje de trabajo por Tomelloso (Ciudad Real) con mi buen amigo, excelente profesional y gran persona Fausto Palacios. Pasamos por la destilería Peinado para ver si podía comprar alguna de sus preciadas botellas de coñac. Lamentablemente, la persona que nos atendió nos dijo que las que tenían pertenecían a la colección familiar y no estaban a la venta. Muy amablemente nos recomendó una pequeña tienda de «chuches» que pensó que podía interesarme en ese sentido. Nos presentamos allí y la señora que nos atendió nos dijo que, por el momento, no las tenía a la venta. Por más que insistí, no logré mi objetivo, así que en la despedida le ofrecí mi tarjeta para que pudiese contactarme si cambiaba de parecer. Ahí se quedó la cosa.
Un sábado por la mañana siete u ocho años después recibí una llamada a las 07:00 horas de la mañana. Al otro lado del teléfono, una señora muy nerviosa me apremiaba (sin saludo alguno) a que, si seguía interesado en botellas de coñac Peinado, fuese de inmediato a por ellas. «Bueno, por favor, dígame de dónde me llama para situarme un poco, porque yo he dejado muchas tarjetas por ahí cuando me intereso por alguna botella», le contesté yo. La buena señora insistió para que, sin más dilación, esa misma mañana me fuese a Tomelloso pues le urgía el dinero. Y allá que nos fuimos mi hijo mayor Bruno (que tendría unos siete años en aquel momento) y yo a Tomelloso (Ciudad Real) pasando previamente por Hellín (Albacete) para que se uniera a la expedición mi amigo Fausto, con quien quería culminar aquella compra de botellas que habíamos iniciado juntos unos años antes.
Aunque parezca increíble, recorrimos nada más y nada menos que 350 km desde mi pueblo, Benissa (Alicante) a Tomelloso, pasando por Hellín, y otros tantos de vuelta. Al llegar, hubo mucha discusión con la señora para fijar un precio. Finalmente le acabé pagando el que ella tenía prefijado. El problema surgió cuando dijo que solo aceptaba efectivo y yo no llevaba tanto dinero en metálico encima porque no podía imaginar que el importe fuese a ser tan elevado. Tuve que ir a una gasolinera y pedir que me hiciesen efectivos un par de talonarios de cheques gasolina 6000 de la Caja de Ahorros del Sureste de España.
Pero al final conseguí cuatro botellas de coñac Peinado. Una de ellas, que estaba repetida, se la regalaría después a mi jefe de la época, Don. J. Ten, que dio buena cuenta de ella en compañía de dos compañeros de trabajo, J. Cano y J. R. Méndez. Creo que no nunca sabrán el valor de la gran joya que degustaron ni podrán imaginar el esfuerzo que me supuso conseguirla.
En otra ocasión, visitando Pamplona pasé por una pequeña tienda cerca de la Plaza del Castillo. El establecimiento tenía unos cien años como mínimo, pues guardaba todo el estilo de finales del siglo IX o principios del XX. Al entrar, quedé bloqueado por la cantidad de botellas de Cognac y Brandy, cada una más antigua y rara que la otra. No conseguí que me vendiera ni una; el propietario era un señor sordo y la persona que le acompañaba me insistió en que no las vendían. Estuve visitando esa tienda al menos 10 años seguidos sin conseguir mi objetivo. Al final, en una visita pude comprobar que aquel lugar de ensueño para un coleccionista había desaparecido del mapa.
Quiero aclarar que mi pasión por el brandy es por puro coleccionismo; puede que al año me tome un par de copas de un buen brandy, solo en ocasiones muy, muy especiales.
A propósito, no sólo colecciono botellas grandes, también tengo una colección de 1.500 botellines de licores varios. También colecciono chapas de cava, posavasos, sellos, tarjetas llave de hoteles y los cartelitos “NO MOLESTEN” que hay en las puertas de las habitaciones de los hoteles. En eso y otras muchas otras cosas me entretengo principalmente desde que estoy jubilado.
Me gustaría terminar este escrito con mi más sincero agradecimiento a todos los amigos y conocidos que, con sus aportaciones, han contribuido a que esa pasión por el coleccionismo pudiese ser realidad. ¡Mil gracias, de corazón!
Mi próximo objetivo es conseguir entrar en el libro Guinness World Record. En la actualidad ese honor lo ostenta un gran coleccionista ilicitano: D. Manuel Bru, que cuenta con 1057 botellas en su colección.
¡Espero conseguirlo!